Mi pueblo pequeño
Siete de la tarde, el pueblo pequeño
comienza a recogerse para dormitar
un día que acaba.
El campanario de la iglesia se anima con el repiqueteo
de sus campanas.
Las casitas blancas encienden sus luces que esparcen
por sus ventanas al igual que las
farolas iluminan las aceras.
La vida familiar comienza dentro, las calles vacías
con su sereno silencio, la noche se apoderó de nuevo.
Chimeneas encendidas, farolillos a lo lejos,
bares con algún cliente que conversa con el dueño.
La noche se envuelve de niebla que cae
como lluvia fina, opaca, sobre los tejados
y cubre las ventanas, mientras, el
sol dormita, al mismo tiempo.
La vida bulliciosa calma sus ansiedades,
se para el reloj del tiempo,
la realidad da paso a los sueños.
El olor a leña encendida, el calor
de las miradas tranquilas,
sonrisas conciliadoras.
La noche envuelve a mi pueblo pequeño
y la caricia navideña vuelve como
cada año a llenar de sueños
a grandes y pequeños y
esperar que el mundo
mañana sea mejor.