que era un buen manantial.
A la sombra del olivo
poníamos las alforjas
que guardaban la merienda
muy fresquita a su sombra.
El olivo en su gran tronco
tenía una pequeña trueca,
y por ella asomaba
un lagarto su cabeza.
Me acuerdo que hacía buen tiempo
era muy próximo a Mayo
y el lagarto allá en la trueca
parecía aletargado.
Todos los días comíamos
a la sombra del olivo
y el lagarto aún seguía
que parecía dormido.
Mi hermano Miguel se entretenía
con una varita muy fina
pinchándole en una parte
desperdicios de comida
le iba acercando al lagarto
la varita en silencio
con comida en un extremo
y se la comía presto.
Al cabo de algunos días
que ya calentaba el sol
el reptil ya se movió
con energía mayor.
Se bajaba del olivo
con movilidad y gracia
parecía que poco a poco
tenía más confianza.
Veíamos de día en día
que el tenía muchas ganas
de tener buena amistad
con la gente que allí estaba.
Cuando salía el sol
y estaba casi dormido
hacia unos movimientos
a veces muy convulsivos.
Mi hermano que era el del medio
y el que más quería al bicho
nos dijo que lo había bautizado
con el nombre de Claudito.
Dijo que se parecía
a un hombre muy viejito,
y que se llamaba Claudio
en los movimientos y en el físico.
Ya nos esperaba por el suelo
al volver del trabajo hacia el olivo,
se ponía muy tieso para arriba
y con el cuello muy erguido.
Observaba nuestros movimientos
y lo hacía con mucha confianza,
le pasábamos la varita por el lomo
y parecía como si le hiciera gracia.
Una mañana nos fuimos hacia el pozo
después que habíamos almorzado,
para beber agua fresquita
y encima fumarnos un cigarro.
Cuando estábamos en silencio
de entre las piedras del pozo
con sorpresa, vimos que se deslizaba
hacia el olivo una culebra.
Pero más sorpresa fue
cuando vimos que Claudito
se lanzaba desde el olivo a la tierra
y a la culebra agarraba.
Por fin los dos se engancharon
en una dura pelea
el mordió y remordió
ella lo enroscaba con destreza.
Así estuvimos un buen rato
y nosotros entusiasmados
hasta que Claudio se zafó
del lazo que ella le tenía echado.
Dió un salto y la cogió
por detrás de la cabeza
y la culebra se estiró
como si fuera una cuerda.
La culebra se movía menos
cada vez con menos fuerza
el lagarto estaba como ciego
no pudimos conseguir
que soltara su presa.
Nos fuimos a trabajar
volvimos a la merienda,
Claudio allí no estaba
la culebra estaba muerta.
Aun se movía un poco
pero ya con poca fuerza,
el lagarto se había ido
a descansar a su trueca.
La tiramos más bien lejos
para que las moscas no acudieran
pues estábamos en el verano
y las moscas acuden con presteza.
Estuvo dos o tres días sin salir
nuestro buen Claudio de su trueca
creímos que hubiera muerto
de aquella dura pelea.
Pero al fin salió un buen día
con ganas de retozar
se bajaba de la trueca y se subía
y de pronto se paraba a escuchar.
Queríamos nosotros a aquel lagarto
como si fuera cosa de gran valor
pues nos pasábamos muy buenos ratos
y lo observábamos con atención.
Cuando volvíamos algunas veces
al olivo y él no estaba
dábamos una voz "Claudito"
y al momento se presentaba..
Yo me acuerdo algunas veces
y hace más de medio siglo
que era como una ilusión
como un juguete cuando eres niño.
Y me acuerdo, como no
de la trueca del olivo
de la sombra y del pozo y del lagarto Claudito.
Pues me ha servido esta recuerdo
para entretenerme un gran momento
y para que le sirva a alguien
algún día
igual que si fuera un cuento.
Por Victoriano Ramos Rivero.